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Un gran verano


Atrey

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  • 1 month later...

Disculpen por el gran atraso. Tuve un  bloqueo y luego se me acumularon los pendientes. Acá otro capítulo.

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5.

Me escabullí al contenedor y descubrí con alegría que las botellas seguían donde las había dejado el día anterior. Me sorprendí cuando levanté una y no sentí demasiada resistencia,  el día anterior apenas y podía moverlas y hoy podía cargar una en cada mano sin inmutarme. En unos minutos pude llevar todas las botellas a mi habitación,  después entré a la tienda.

-Te ves bien hoy, Paco- me dijo Alberto que ya estaba en ella. Ese día llevaba unos jeans ajustados que apenas podían contener sus enormes piernas. El pecho también le resaltaba mucho pues la camiseta que ese día había escogido lo modelaba a la perfección, sus brazos parecían estirar la tela roja de modo que unos pocos centímetros más habrían bastado para desgarrarla. Que un macho así me hiciera un cumplido era más de lo que podía manejar.

-Gracias- respondí,  sentí que me puse rojo y fui corriendo a la parte trasera de la tienda a continuar mi trabajo.

La mañana transcurrió con normalidad podría decirse. Cada tanto me levantaba la camiseta para verme el cuerpo o flexionaba los brazos para observar mis biceps. Era una sensación genial ver algo de músculo ahí aunque seguía palideciendo ante cualquier hombre de verdad grande. Así como era ahora era más bien promedio aunque eso no quitaba que se sintiera bien y que estuviera fascinado con la fuerza que había adquirido.

A la hora de la comida salí del cuarto de atrás no había avanzado mucho por mis frecuentes interrupciones pero Alberto había estado recibiendo clientes toda la mañana así que tampoco lo había notado.

-¿Quieres ir a comer?,  hay un restaurant acá cerca muy bueno- propuso.

 

Claro que quería ir con él,  pero antes quería también hacer otra cosa.

-¿Te alcanzo?,  necesito antes mandar unos mails en casa.

-Esta bien,  mientras pido la comida,  te espero allá.

 

Subi corriendo a mi habitación y abrí una de las botellas. El olor invadió todo el cuarto. Busqué en internet una vez más el nombre de esa sustancia,  pero las pocas páginas que encontré estaban en ruso y el traductor automático no me ayudaba mucho, algo de experimentos y fechas anteriores a la caída de la URSS, pero no mucho más. Decidí hacer lo mismo que el día anterior y ver qué pasaba.

Me quité la ropa y me fui a la ducha con la botella. Me vi en el espejo y mi pene se puso duro en un instante. Definitivamente había cambiado desde el día anterior,  me veía como un nadador de fondo, piernas fuertes,  brazos marcados,  estómago plano y un pecho ligeramente pronunciado. Intenté mostrar más los músculos de mi abdomen y saltaron claramente los cuatro primeros músculos abdominales.

Tomé un trapo limpio, lo llené del contenido de la botella y comencé a mojarme todo el cuerpo. Mientras lo aplicaba sentía claramente cómo un calor me llenaba por dentro. Era algo maravilloso. Mi ya de por sí intensa erección se volvió casi insoportable cuando me mojé el miembro con la sustancia. Me masturbé en el acto y no tardé en venirme, tuve un orgasmo violento que duró una eternidad, el primer chorro de semen salió disparado y llegó al otro extremo del baño, siguió un segundo, un tercero y un cuarto que llegó a tocar el techo. Nunca me había venido con tanta fuerza y en tal cantidad.

Me bañé y me puse la misma ropa que llevaba antes, vi con satisfacción como al fin mi cuerpo le daba forma a la ropa. La sensación de calor seguía estando ahí. Salí rumbo al restaurante donde me esperaba Alberto ya con un gran plato de comida. Comenzamos a hablar sobre los clientes que iban a la tienda. Alberto tenía una gran cantidad de comida frente a sí que abordó con mucho apetito. Yo tenía muchísima hambre y comía casi sin darme cuenta, el restaurante tenía servicio de buffet y pronto comenzaron a acumularse los platos. Notaba como la sensación de calor se extendía aun más por mi cuerpo y sentía una urgencia de llenarme de combustible.

-Caray, Paco, llevas casi el doble de comida que yo,- dijo Alberto- si sigues así vas a engordar.

-Tengo mucha hambre hoy, no es algo que haga a diario-.

-Aun así. Ni hablar, saliendo del trabajo te llevo a mi gimnasio, no admito un no por respuesta.

 

Sentí de nuevo mi pene poniéndose erecto de pensar en los brazos de Alberto tensos mientras cargaba un peso que yo no podría ni soñar en mover, ver los músculos de su espalda o sus piernas en pleno ejercicio. Era algo que necesitaba ver. Aun así no podía creer que otra vez tuviera una erección, nunca me había sentido así, ni siquiera cuando tenía 14 años.

Volvimos caminando a la tienda, me sentía muy lleno por toda la comida que había ingerido y comencé a sentir ahí mismo una gran necesidad de quemar calorías, de ejercitarme, mi cuerpo necesitaba con urgencia eso, casi no podía contenerme.

No supe ni qué excusa di para subir de nuevo a mi habitación. Comencé a hacer abdominales y lagartijas sin saber mucho de nada. Simplemente quería satisfacer a mi cuerpo. Llené una tina de agua y comencé a levantarla una y otra vez. Sentía como mis brazos reaccionaban al estímulo, como mi espalda se tensaba. Pensé en los músculos de Alberto y seguí con más ahínco mi ejercicio más bien torpe. Necesitaba algo más en forma e ir con mi nuevo jefe al gimnasio era más que perfecto. Antes de bajar de nuevo a la tienda me miré en el espejo una vez más.

Me levanté la camiseta y solté una gran risa. No necesitaba tensar mi abdomen esta vez. Eran claramente visibles los cuatro primeros músculos abdominales. Mi pecho se sentía ya ligeramente apretado en mi camiseta de talla pequeña. Noté de nuevo la erección y comencé a masturbarme mientras me miraba como hacia rato, de nuevo sentía mi pene más grande que nunca. Cuando salí del baño noté algo curioso, mis pantalones me quedaban más ajustados, pero también más cortos, veía mis tobillos asomándose. No solo estaba mucho más marcado, también había crecido algunos centímetros. Y todo eso en un día. Fuera lo que fuera el contenido de las botella, le iba a dar un muy buen uso.

  • Upvote 9
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On 15 de mayo de 2016 at 1:21 PM, ShreddedFreaksLover said:

Thanks @PhantomderOma!!! ;) glad you liked it man. Next one will be a freakier one, I hope ;)

Qué buen capítulo ... Ya queremos ver cómo sobrepasa en tamaño Paco a Alberto ! 

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  • 2 weeks later...

Gracias a todos por sus comentarios. Al fin tengo un poco más de tiempo libre así que espero poner algunos capítulos más pronto.

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6

El gimnasio estaba casi vacío cuando llegamos Alberto y yo. Yo me había puesto unos pants que encontré en un cajón y una camiseta que me quedaba bastante grande. Sentí que no estaba listo aun para mostrar a todos mi cuerpo, sobre todo en un lugar que pensé que estaría lleno de hombres musculosos y mucho más fuertes que yo. Aunque mi aumento muscular había sido grande,  realmente no podía compararme con alguien que llevaba años entrenando.

Resultó que solo había un par de hombres muy mayores en el área de cardio,  aun era temprano al parecer. La recepcionista prácticamente ni me miró mientras me tomaba los datos para la membresía,  parecía concentrarse por completo en hablar con Alberto y yo no la culpaba para nada. Después de unos minutos por fin pudimos pasar al área de musculación.

 

-Oye,  iré a cambiarme,  tú mientras deberías buscar al entrenador del gimnasio- dijo Alberto

-¿Eh?,  pensé que tú me orientarías en todo. Nunca he hecho ejercicio así y no sé nada realmente.

-Oh,  no te preocupes,  acá andaré si tienes dudas,  pero es mejor que el experto te diga exactamente qué hacer. Yo estoy un poco más allá de tu nivel ahora-,  dijo con una sonrisa que mostraba sus perfectos dientes.

 

Alberto se fue al fondo,  donde debía estar el vestidor,  y yo me quedé sin saber muy bien qué hacer,  me dirigí a una máquina cercana,  pero me daba miedo usarla mal y lastimarme o que alguien me viera haciendo el ridículo. De pronto salió de un cuarto anexo un hombre de unos 35 años con un cuerpo de escándalo. Iba vestido con una camiseta deportiva que marcaba su fuerte pecho,  sus brazos eran mayúsculos,  en los marcados músculos se veían claramente las venas. Era de unos 1.80 de altura y de piel morena seguramente buscaba broncearse al sol,  era quizá el hombre más atractivo que había visto nunca,  de no ser por Alberto.

 

-¿Tú eres Paco?- me preguntó. Yo asentí con timidez.

 

Se llamaba Guillermo. Él era el encargado del área de musculación y se veía de lejos que tenía experiencia en ello. Yo estaba tan ansioso por empezar a hacer ejercicio que no podía contenerme más. Había pasado casi una hora desde que había usado el líquido y sentía mi cuerpo arder,  mis piernas se sentían dispuestas a correr un maratón y mis brazos necesitaban con urgencia enfrentarse a un peso que los desafiara. Cuando Guillermo me preguntó qué buscaba con ir al gimnasio solo pude responderle una cosa: “quiero ser grande y musculoso,  más que cualquier otra persona en el mundo”. Hasta yo me sorprendí con mi respuesta,  pero era algo que sentía ya desde hace mucho y que el líquido solo había aumentado más. Guillermo rió y me hizo calentar y estirarme para poder enfrentar el ejercicio. Luego me llevó a una sala donde había montones de pesas y máquinas y comenzó a enseñarme su funcionamiento una por una.

 

Mi cuerpo comenzaba al fin a descargarse. Comencé a hacer ejercicio y me sentía genial en ello,  nunca me había pasado eso. Comencé con algunos ejercicios sencillos que Guillermo me había sugerido,  pero sentía que no era suficiente. Cuando llegamos al área de pesas me dió una de unos cinco kilos,  la levanté sin ningún esfuerzo,  era casi insultante. Aproveché que el entrenador se fue hablar con uno de los ancianos para cambiar el peso. Una de 10 kilos se seguia sintiendo mal,  quizá algo un poco más pesado. Después de hacer varias series con una pesa de 20 kilos sentía mis brazos arder, no era el que más levantaba,  claro,  pero mi cuerpo ahí se detenía,  aun así era muchísimo más de lo que hubiera podido antes. De una máquina pasaba a otra,  de una serie de pesas me iba a la siguiente. Estaba tan concentrado que ni me di cuenta en el tiempo que había pasado o en cómo de pronto comenzó a llegar más gente al gimnasio. Era yo y el fierro,  yo y el peso que mis músculos cargaban. Sentía claramente como mi pecho se inflaba y mis brazos respondían,  como mis piernas parecían desgarrarse para luego respirar y demandar seguir con el ejercicio. Ni siquiera noté a Alberto y cómo hacía su rutina,  de pronto vi el reloj y había pasado hora y media.

 

-Oye,  Paco,  yo me voy ya. ¿Terminaste?- me dijo. Volteé a verlo y me sorprendí. Llevaba una camiseta de tirantes que dejaba ver sus gigantescos brazos llenos de músculos,  normalmente se veía bien,  pero después de hacer su rutina era casi increíble. Se notaba más grande que nunca,  el sudor se veía a través de su camiseta y marcaba su pecho y abdominales. Parecía que sus biceps iban a estallar y sus hombros parecían inmensos. Sus músculos pectorales marcaban su respiración,  era una visión genial y que comenzó a calentarme aun más.

-Ni me di cuenta de nada,  perdón- dije en un suspiro. Guillermo llegó y se paró a un lado.

-Lo hiciste bien,  eres bastante fuerte para tu tamaño-,  dijo él-,  Alberto,  no deberías descuidarte,  seguro Paco te alcanza pronto.

-Bueno,  seguro seguiré entrenando,  no me dejaré tan fácil de él- dijo riendo Alberto- además mira,  yo creo que aun le falta para llegar a esto.

Alberto hizo una pose que yo había visto muchas veces en internet,  levantó dos brazos y los flexionó a la vez. Los músculos saltaron y se pusieron aun más grandes,  parecían grandes toronjas,  se veían fuertes y duros como el acero.

-Oh,  seguro que Paco puede llegar a eso en un par de años- dijo Guillermo y me guiñó el ojo.

 

Yo estaba sin habla,  aunque aun me sentía lleno de energía. Decidí irme ya del gimnasio pues comenzaba a sentir como mi pene se ponía firme,  no creía poder contenerme en las duchas,  pensar en ver a Alberto cambiarse era demasiado para mí.

 

Me despedí de los dos y salí rumbo a casa. Decidí aprovechar para correr un rato y terminar de quemar toda la energía que sentía. Mientras daba vueltas a un parque cercano pensaba en Alberto y Guillermo,  en sus fuertes cuerpos,  y en lo que yo había crecido en tan poco tiempo. Me imaginé aun más grande que ellos y ese pensamiento me motivó a detenerme a hacer lagartijas y abdominales,  necesitaba más,  siempre más.

 

Cuando llegué a casa tenía un hambre atroz,  comencé a comer directamente del refrigerador lo que encontré. Varias sobras,  frutas,  verduras,  hice la carne que tenía guardada y me la comí a grandes bocados,  ataqué todo el pan,  atún,  queso y todo lo que pude encontrar en casa. Era comida para toda una semana y me la había terminado en una hora.

 

Vi el reloj,  pasaban ya de las 3 de la madrugada. Aun sentía hambre,  pero también mucho sueño. Me dirigí a la cama y en mi camino vi una de las botellas responsables de todo esto. Una idea cruzó por mi mente y sentí que tenía que hacerla. Quizá me calmara el hambre o quizá me haría dormir mejor,  pero sobre todo quizá aumentaría más esta maravillosa sensación del día de hoy.

 

Estaba bañado en sudor,  aun tenía puesta la ropa con la que fui al gimnasio y caí dormido en la cama. Pero antes había realizado mi idea. Había bebido el contenido entero de la botella.

 

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